martes, 13 de septiembre de 2016

MATERNAR



Sí, así, en mayúscula.

Hace tanto que quiero sentarme a escribir acerca de esto. Pero entenderán que si quiero desglosar el término MATERNAR es porque hay por ahí un Juanito esperándome para lactar, jugar, dormir… en fin, difícil encontrar el momento.

Cuando nace un hijo, nace una madre – según una publicidad. 
Creo que nunca había oído una verdad publicitaria antes. 
En el momento del parto (adopte la forma que adopte) nace un niño y renace una mujer.  
No hay vuelta atrás. No es un estadio, no es una fase, no es un momento y nada más. 
No es el puerperio (aunque podríamos escribir un capítulo entero sobre eso) ni la primera infancia, no es la época escolar ni la adolescencia. Sencillamente es LA bisagra de nuestra vida. De ser lo que éramos (que quizá elpadredelacriatura añore) a ser… bueno, otra cosa. Explicito: Pensamos distinto. Miramos distinto. Oímos distinto. Comemos distinto. Besamos distinto. Reímos distinto. Cantamos distinto. Bailamos distinto. Tocamos distinto. Sentimos distinto. Caminamos distinto. Dormimos distinto. Soñamos distinto. Deseamos distinto. De la mujer que fuimos quedan trazos, algún que otro gesto, pero poco más.

Nuestro cuerpo se transformo en cuenco, en cuna, gestamos un niño o una niña, creció dentro nuestro, fue semilla y fruto todo bajo la piel, y su llegada OFICIAL al mundo, no hizo sino amplificar esta cascada de transformaciones maravillosas que ya veníamos transitando desde hacia nueve lunas. 

Somos una nueva versión de nosotras mismas desde ahora y para siempre. Madres de nuestro pequeño y de todos los demás. Tierra fértil para el arte y los sueños. Nos volvemos hembras, en todo el esplendor de la palabra, defensoras de la manada, mamíferas que ALIMENTAN con su cuerpo a ese cachorro que duerme junto a nosotras...

Juanito y yo, día 1