No sé si será la proximidad de la noche, o el crepúsculo otoñal y su nostalgia ocre, pero no logro desprender mi retina de vos. Mi memoria, con la misma imprudencia que la de una pequeña, engrandece lo que en realidad era un solo retazo, y me viste de tus brazos en innumerables cuadros que no son más que un anhelo. Caigo en la cuenta de que lo que echo de menos, vos, no pereció nunca, si nunca nació y entonces el olvido se vuelve fútil. Pero en mi retina tu amarillo y la tarde se mezclan, y casi puedo leerte los labios al tiempo que me llamas, porque en mi romance no has dejado de llamarme, y debajo de los párpados, no hay moral que me condene y puedo fundirme en este delirio que hoy, no sé si por la proximidad de la noche o el crepúsculo otoñal, se tiñe de ámbar.
Abro los ojos y es miel. Abro los labios y es miel. Abro las manos y es miel.