Habían pasado pocas horas desde que había olido mi último bebé del
día.
Extrañándolos, me preguntaba a que huelen, como podría explicarle a algún
anósmico su perfume sin nombrarlos.
Y como siempre me pasa en los momentos
donde las palabras importan, me quedé sin y acabé recurriendo a mi más sabio sentidor que supo darme la definición
más certera y hermosa:
Algodón…
Algodón y durazno me dijo.