viernes, 22 de julio de 2011

Quise darte el viento

"El arte es una mentira que nos permite decir la verdad"

La busco detrás de la piel que viste mis dedos… esperanzaLos miro y sé que está ahí, latiendo débil,  aguardando. Sueño que brota en el papel, que de a poco, muy de a poco, se va deletreando con la inercia sutil que acompaña siempre al después. La busco lejos tuyo, aunque con ello se me vaya la vida, porque no puedo ir de tu mano esta vez. Porque si no me alejo de tu sed de fe a la que llamaste con mi nombre, no voy a poder hallarla jamás. Los invisibles lazos con los que me amaste hoy me desgarran, aunque permanezca inmóvil, fiel al deber de honrarlos como quien ha hecho un juramento ante  Dios. Sucede que de la inmensidad de tu querer, se desprendieron (o me cediste sin saberlo) tus duelos más oscuros. Y hoy es demasiada la soledad, demasiada la noche, tan poco el aire. Quise liberarte cuando pude, quise darte el viento para que no doliera soltarnos, y no te escondí bajo crisantemos, ni dejé piedras frente a las cuales echar raíces, porque supe que así sólo lograría perecer, ahogada bajo tu tierra,  atada de brazos a un adiós prematuro. Quise darte el viento para que te acunes en paz, porque solo con la llegada de tu remanso, iba a poder respirar. Y aunque el mundo tenga todo menos certezas, tanto amor a algún lugar debe transmigrar. Así es que yo sólo puedo desear que estés allí descansando, amnésico de heridas, al otro lado de la miel que besa mi ventana y envuelve mi ensueño con tu olor, y espero que esta sea la última vez que el día me encuentre ceñida a tus hermosas cadenas.   



lunes, 18 de julio de 2011

Déjà vu

¿Quiénes son las personas con las que soñamos?
Esas que creemos no conocer y que sin embargo deambulan con absoluta confianza por los pasillos de nuestras quimeras. No son imágenes difusas ni rostros inacabados, no han de ser meros restos diurnos freudianos, puesto que nunca nada en la vida es tan simple como una teoría. Hombres, mujeres, ancianos y niños se suceden noche a noche en nuestros oleos somnolientos; los cruzamos de repente, los degustamos a veces, nos asesinan (pero nunca morimos del todo, guaridas del ego quizá), hacemos con ellos y ellos hacen con nosotros, nos besan, nos tocan, nos duelen y se van con los primeros destellos del alba, la mayoría para no volver. Juraría que todos los sujetos a los que he amado y odiado, habían venido ya a presentarse en mis sueños quién sabe cuánto tiempo antes. Esa impresión de familiaridad que ciertos desconocidos nos provocan, esa premonición, ese  déjà vu… ¡Cuantas veces he sentido que conocía de antaño a más de un tácito del cual ni el nombre bajo la luz recordaba!
Aunque intuyo que tras el velo de los párpados, las letras se tambaleaban buscando el camino de mis labios, pero siempre mueren en los ojos, los nombres de los extraños.