viernes, 2 de febrero de 2018

Cuarto Menguante

Entonces los viejos se detuvieron.
Venían caminando por la orilla del rio. En la Boca.
Los veo detenerse, desde mi ventana.
Ellos no saben que los veo.
El muy flaco y encorvado, con la panza hundida mas por la doblada postura que por la delgadez misma. Puro pellejo.
Ella, bajita y redondeada, como toda vieja.
Pero esta vez, ella sonríe.
La había visto las ultimas mil noches.
Desde mi ventana.
Ella siempre supo que la veía.
Pero aquellas veces, nunca sonrió.
Hoy, con un cuarto menguante, amarillo, casi comestible de tanta miel.
Ella sonríe.
No lo veo en sus dientes sino en las arrugas que se forman a la orilla de sus ojos.
Creo que el rio también sonríe.

El ruido del agua.

La apruebo desde nuestra ventana.
Gracias.