sábado, 31 de diciembre de 2011

El milagro de Sebastián

Algo que no se nombra con la palabra azar rige estas cosas... 
Milagro
Milagro de estar cerca del alba de tu música.
Aunque presiento que hay más luz que sonidos en tus manos.
Quizá por eso tu melodía no sea música sino milagro.
Y últimamente al mundo le hace tanta falta refulgir,
que no puedo sino nombrarte así.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Lecciones de paso

Para curar el prejuicio
De un hombre no vidente: Yo no conozco a nadie que no se dirija a mí.

Para emanciparse
De una médica del Piñero: Estamos solos en la vida. 
Las personas son circunstanciales.

Para sanar
De Valentina: Ayer, mientras jugábamos a la doctora, quiso revisarme el corazón. Cuando le pregunté ¿y cómo está? Respondió Muy nutritivo.



viernes, 11 de noviembre de 2011

Feliz cumpleaños papá...




RIMA LXXIII 
Cerraron sus ojos 
que aún tenía abiertos, 
taparon su cara 
con un blanco lienzo, 
y unos sollozando, 
otros en silencio, 
de la triste alcoba 
todos se salieron. 
La luz que en un vaso 
ardía en el suelo, 
al muro arrojaba 
la sombra del lecho; 
y entre aquella sombra 
veíase a intérvalos 
dibujarse rígida 
la forma del cuerpo. 
Despertaba el día, 
y, a su albor primero, 
con sus mil rüidos 
despertaba el pueblo. 
Ante aquel contraste 
de vida y misterio, 
de luz y tinieblas, 
yo pensé un momento: 
—¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 

De la casa, en hombros, 
lleváronla al templo 
y en una capilla 
dejaron el féretro. 
Allí rodearon 
sus pálidos restos 
de amarillas velas 
y de paños negros. 
Al dar de las Ánimas 
el toque postrero, 
acabó una vieja 
sus últimos rezos, 
cruzó la ancha nave, 
las puertas gimieron, 
y el santo recinto 
quedóse desierto. 
De un reloj se oía 
compasado el péndulo, 
y de algunos cirios 
el chisporroteo. 
Tan medroso y triste, 
tan oscuro y yerto 
todo se encontraba 
que pensé un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 

De la alta campana 
la lengua de hierro 
le dio volteando 
su adiós lastimero. 
El luto en las ropas, 
amigos y deudos 
cruzaron en fila 
formando el cortejo. 
Del último asilo, 
oscuro y estrecho, 
abrió la piqueta 
el nicho a un extremo. 
Allí la acostaron, 
tapiáronle luego, 
y con un saludo 
despidióse el duelo. 
La piqueta al hombro 
el sepulturero, 
cantando entre dientes, 
se perdió a lo lejos. 
La noche se entraba, 
el sol se había puesto: 
perdido en las sombras 
yo pensé un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 

En las largas noches 
del helado invierno, 
cuando las maderas 
crujir hace el viento 
y azota los vidrios 
el fuerte aguacero, 
de la pobre niña 
a veces me acuerdo. 
Allí cae la lluvia 
con un son eterno; 
allí la combate 
el soplo del cierzo. 
Del húmedo muro 
tendida en el hueco, 
¡acaso de frío 
se hielan sus huesos...! 

¿Vuelve el polvo al polvo? 
¿Vuela el alma al cielo? 
¿Todo es sin espíritu, 
podredumbre y cieno? 
No sé; pero hay algo 
que explicar no puedo, 
algo que repugna 
aunque es fuerza hacerlo, 
el dejar tan tristes, 
tan solos los muertos.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Sensaciones

Vacío…  Justito ayer, andaba con los ojos cerrados, tratando de sentirlo. 
Y quizá la equivocada era yo, o (como escribió Fontanarrosa) el mundo ha vivido equivocado, pero el vacío no se parece en nada a lo que pensaba. 
Siempre tuve la idea de que la sensación de vacío debía parecerse mucho al vértigo, como estar al borde de un precipicio, mitad de los pies adentro, mitad fuera. Pero el vacío tal vez sea lo opuesto, tal vez sea estar en la orilla del abismo pero con los pies sepultados en la tierra. 


domingo, 23 de octubre de 2011

Zona de Promesas

El miércoles 19 se llevó a cabo el festival CERAXTI como parte de la musicoterapia de GC. Imposible no emocionarse con su música en otras voces y otras manos, imposible no extrañarlo, no empuñar la esperanza y esperar el milagro. Y pensaba cómo su voz, tan lenta e hipnótica, rebasa el sentido que la abriga; casi se la puede ver tomar cuerpo en el aire para acompasar lo bello del mundo. Se hace par y se hace una con el humo de las soledades que ponen la fe en vela a sus pies. Mientras tanto, su voz nos adormece en este rapto. Y al final...



domingo, 9 de octubre de 2011

De esto se trata el amor

El pozo
Pablo Neruda


A veces te hundes, caes
en tu agujero de silencio,
en tu abismo de cólera orgullosa,
y apenas puedes
volver, aún con jirones
de lo que hallaste
en la profundidad de tu existencia.
Amor mío, qué encuentras en tu pozo cerrado?
Algas, ciénagas, rocas?
Qué ves con ojos ciegos,
rencorosa y herida?
Mi vida, no hallarás
en el pozo en que caes
lo que yo guardo para ti en la altura:
un ramo de jazmines con rocío
un beso más profundo que tu abismo.
No me temas, no caigas
en tu rencor de nuevo.
Sacude la palabra mía que vino a herirte
y déjala que vuele por la ventana abierta.
Ella volverá a herirme
sin que tú la dirijas
puesto que fue cargada con un instante duro
y ese instante será desarmado en mi pecho.
Sonríeme radiosa
si mi boca te hiere.
No soy un pastor dulce
como en los cuentos de hadas,
sino un buen leñador que comparte contigo
tierra, viento y espinas de los montes.
Ámame, tú, sonríeme,
ayúdame a ser bueno.
No te hieras en mí, que será inútil,
no me hieras a mí porque te hieres. 





lunes, 3 de octubre de 2011

Valentina

Mi papá se decía ateo, pero era mucho menos ateo de lo que se decía.
Cuando veía a Valentina dormir, confesaba:
Yo no sé si Dios existe, pero si existe, seguro está ahí.
Y no quedaban dudas.

Todos los males del mundo deben suceder mientras Valentina duerme, porque Dios se olvida del resto, y se acuesta en la cuna con ella.


martes, 27 de septiembre de 2011

Fort-Da

Los adioses viven en una calle de ecos donde resuenan eternas las letras de tantas bocas, como resuenan las gotas de lluvia que se filtran por los techos de zinc. Los adioses y las gotas no dicen nada pero sí zumban, a veces miedo, a veces furia, a veces dolor, a veces alivio. Nuestro adiós no habita el mismo pasaje que los otros, está en una calle distinta, con ecos que cada vez que llegan, silban una palabra nueva. Como una botella al mar repleta de hojas en blanco que escriben los marineros y se borran cada vez que un náufrago la rescata. Hoy, hay un murmullo de grillos fuera de mi ventana, ¿o está dentro de mi cabeza? Son vos y tu campo que vinieron a espiarme, ¿o seré yo que otra vez te estoy llamando en sueños? De cualquier manera están y eso es lo que importa. Importa que puedo traerte tan cerca como necesite, como si las distancias entre nosotros pendieran de un carretel. Tengo en las manos esta maravilla embebida de azul, azul como el espacio y el tiempo, y cuando lo deseo, tiro hacia mi centro y de repente estás bajo mi piel, con tu murmullo de grillos despertándome de este sin vos que si no fuese por el carretel, sería el insomnio.
Duermo porque tengo en las manos ovillado el hilo de tu cintura.





martes, 13 de septiembre de 2011

Después de la tempestad


Lo que hasta ayer era fuego, hoy se ha convertido en mera brasa.
Sólo ellas se detuvieron ya que a nadie más le concernía aquella tierra vieja y apenas en llamas; llegaron casi a la par pero por caminos muy distintos. Se sentaron de cara al recuerdo, que cada vez bramaba con menor voracidad; era el después de la tempestad. 
Sé que  ellas no querían que la tormenta aplacase; si es que acaso llegué a conocerlas, podría afirmar que no querían recobrar sus sentidos. Primero, las enmudeció el pánico. Luego los sollozos, que las corrieron incansables piel adentro, acabaron por ensordecerlas. Ya sordomudas, enceguecieron por mirar fijo al vacío, como quien se olvida de parpadear ante el sol.  Finalmente las manos, sus manos aún trémulas,  se enllagaron  de tanto arañar al tiempo. Cuando el mundo comenzó su nuevo rodeo, creí que echarían a andar, pero no lo hicieron. Quizá pensaron que así el Dios de turno tendría más indulgencia, o que quietitas como estaban, la vida misma les perdonaría la escasez de coraje. Se sentaron dándose las espaldas, en total oscuridad, igual que los gatos se posan en la cornisa por las noches, y yo impotente detrás de su dolor, quise prestarles mis ojos para su llanto, pero no pude. Quisiera poder hacerles saber que estoy bien. A veces una me escucha, pero enseguida me desestima, tal es su temor ante la locura. Y sé que la otra desea fervientemente oírme, pero tengo prohibido acercármele.  Sería muy peligroso, dicen. Si me asomase a su quimérica inconsciencia, aunque tan sólo un segundo fuera, detendría su latir tan sólo por serme fiel. Ella me inventa en sueños, busca mis brazos y mi orgullo, intenta expiar culpas que no le pertenecen, espera la redención. Cree que me falló. Mira las brasas fuera, tratando de hallar fuego entre el despojo; necesita verme porque dentro mi imagen se le borronea en la retina de la memoria, y por más que me enjuague con sus pañuelos de papel, me está olvidando y eso la atormenta. Está perdiendo el sueño, y piensa que en la similitud me rinde homenaje. Da interminables vueltas entre las sábanas, retorciéndose como las larvas que bajo la tierra acompañan a los muertos. Últimamente duerme febril, y se desagua. La tercera se bate en la ambigüedad del duelo más confuso, me repudia y maldice en silencio, más abre la mano izquierda cuando duerme, buscando mi compañía a su diestra.
Hace más de una hora que han dejado de mirarse, cada quien ensimismada en sí.
Se preguntan si los nuevos transeúntes alcanzarán a imaginar la hoguera que allí ardió, pero la pregunta que en verdad rueda detrás de su pavura  es si ellas mismas serán capaces de advertirla. 

martes, 6 de septiembre de 2011

Pasajes hermosos si los hay...

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera.

No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. 
Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento, como los pájaros hacia los hombros de San Francisco de Asís… 

Su aventura con Teresa había empezado precisamente en el mismo punto en que terminaban las aventuras con otras mujeres. Tenía lugar al otro lado del imperativo que le impulsaba a conquistar a mujeres. No pretendía descubrir nada en Teresa. 
A Teresa la recibió descubierta. Hizo el amor con ella antes de que le diese tiempo de coger el escalpelo imaginario con el que abría el cuerpo yacente del mundo. Antes aun de que tuviera tiempo de preguntarse cómo sería cuando hiciera el amor con ella, ya le estaba haciendo el amor. La historia de amor empezó después: le dio fiebre y él no pudo mandarla a su casa como a otras mujeres. Se arrodilló junto a su cama y se le ocurrió que alguien se la había enviado río abajo en un cesto. Ya dije que las metáforas son peligrosas. El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Septiembre

El océano frente al océano, por Ricardo Romero.

Dicen que cuando a uno se le mete el mar en los ojos, éste se queda ahí para siempre. No es algo que le pasa a todos, no es algo que ocurre cada vez que un hombre o una mujer, de la edad que sea, niño o niña, se para frente al mar y lo contempla. Acaso sólo los ahogados suicidas obtengan siempre este raro privilegio, aunque eso, claro, no podemos saberlo. También es bastante seguro que, después de los suicidas, por una obvia cuestión de convivencia, sean los marinos los que tengan el más alto porcentaje de estos casos. ¿Hay alguna diferencia entre un marino y un marinero? En los diccionarios no parece haberla, pero tengo para mí que hay una variación mínima entre una acepción y otra. 
Un marinero es el que ejerce el oficio de navegante, un marino también, aunque tal vez sea algo más, alguien que corre el riesgo de que el mar se le meta en los ojos porque, sin darse cuenta, ha querido preguntarle algo. Y entonces el mar se le ha metido en los ojos como la belleza de una mujer a la que no se quiere amar porque no se sabría cómo, una mujer a la que sólo se quiere mirar para asimilar el sentido de su belleza que, por supuesto, no lo tiene. Basta cerrar los ojos para que su imagen se diluya, esquiva e imposible. 
Del mar dicen que queda un ritmo hipnótico, de la mujer la vaga sospecha de que ese recuerdo, si existiera, no nos dejaría vivir, y sin embargo su ausencia duele. 
Tal vez por eso el mito repetido de las sirenas.


domingo, 28 de agosto de 2011

Los miserables

Tranquilamente podría ser el hombre de mi última pesadilla hecha cuento. El mismo que me enfermó de Porfiria, y luego me obligó a esconderme en su sombra mezquina. Pero como hay nombres que quisiera no tener que pronunciar nunca (al punto de que rechino los dientes y muerdo el revés de mis mejillas cada vez que me presentan a alguien que se llama así), vamos a referirnos a él bajo el seudónimo artístico de "El miserable". Podemos distinguir fácilmente al miserable porque camina en puntas de pie, sin pisar realmente sus pasos, ni tampoco levitándolos para no alzarse demasiado. Así va sorteando (más bien, rehuyendo) lo que Kundera llamó la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones, la disyuntiva entre el peso y la levedad. No desea asumir deberes ni mucho menos emitir juicios, pero sí quiere simularlo, y vehementemente, de modo que aquí encontraremos el segundo dato que nos permitirá identificarlo: el miserable casi siempre es abogado. Pero como no admite gravedad alguna en su avara subsistencia, no esperen hallar un miserable que sea penalista (la libertad ajena no le es un concepto familiar), sí en cambio descubrirán cientos de ellos dentro del fuero civil... 

Este breve preámbulo no nació en verdad para advertir al mundo de la existencia de los miserables, sino que está escrito precisamente para ellos, en un (intuyo que vano) intento de aleccionamiento. Mejor envilezcanse en el suelo, o deshonrense en los cielos, pero elijan donde enmohecer porque les aseguro que va a convenirles ser reconocidos en su inmundicia y repudiados, que eludirnos a todos con tanta habilidad. Va a llegar el día en que ustedes también deban extinguirse, y quizá de tan esquivos, la mísmisima Parca los olvide, y se queden sin pasaje de ida. 







sábado, 20 de agosto de 2011

A Mariano (HS)

En la última madrugada, en el más fresco haceunrato, acudiste a mi sueño y volví a cometer el error de confiarte. Tu vicio de ajar mi cariño, y mi capricho de quererte, volvieron a vencer.
En el carnaval de haceunrato, vestidos de blanco y negro, mi necesidad de traerte se dio el gusto de atacar, siempre igual de imprudente. Y llegaste. Palabras demás. 
Tu mano derecha sobre mi hombro izquierdo bastó para enfermarme. ¡Ay, de cuánto daño es capaz tan sólo una mano cuando de ella se espera la mismísima primavera y en cambio brotan indómitas agujas! Porfiria de Gunter, extraña afección en la cual las víctimas no pueden exponerse a la luz del sol sino las llagas comienzan a abrirse paso desde el rostro hasta los pies, y acaban por mutilarlas. Los ojos se tornan rojo ámbar para luego, lentamente, extinguirse. De esta enjaneación me enfermaste. Que paradoja, verdad? Enajenar en términos económicos es la disolución del patrimonio. 

Me gobernó el pánico. Así, en medio de mi delirio, eché a correr, tropezé y me arrastré con tal desesperación en busca de sombra, que las pulsaciones de mi pecho y de mis venas crecieron hasta hacer galopar la piel de mis párpados. 
Pero habías dejado todo bien dispuesto: no había penumbra alguna en aquel lugar. 

Comprendí, por vez primera, el morbo que siempre impulsó tu simulacro.
Y el cinismo no fue más el descaro de mentir ni la defensa de actitudes reprochables, sino...
tu maldita hermandad, 
y tu sangre que es la mitad de mi sangre, 
y las letras que nos nombran a los dos por igual,
y el molde común de tus ojos y mis labios,
y el odio que te debo,
y mis ganas de llorar.

Temblorosa y febril como estaba, no tuve más opción que esconderme en tu sombra.  

viernes, 12 de agosto de 2011

Fast as you can

I let the beast in too soon, I don't know how to live
Without my hand on his throat; I fight him always and still
Oh darling, it's so sweet, you think you know how crazy
How crazy I am
You say you don't spook easy, you won't go, but I know
And I pray that you will
Fast as you can, baby runfree yourself of me
Fast as you can
I may be soft in your palm but I'll soon grow
Hungry for a fight, and I will not let you win
My pretty mouth will frame the phrases that will
Disprove your faith in man
So if you catch me trying to find my way into your
Heart from under your skin
Fast as you can, baby scratch me out, free yourself
Fast as you can
Fast as you can, baby scratch me out, free yourself
Fast as you can
Sometimes my mind don't shake and shift
But most of the time, it does
And I get to the place where I'm begging for a lift
Or I'll drown in the wonders and the was
And I'll be your girl, if you say it's a gift
And you give me some more of your drugs
Yeah, I'll be your pet, if you just tell me it's a gift
'Cause I'm tired of whys, choking on whys,
Just need a little because, because
I let the beast in and then;
I even tried forgiving him, but it's too soon
So I'll fight again, again, again, again, again.
And for a little while more, I'll soar the
Uneven wind, complain and blame
The sterile land
But if you're getting any bright ideas, quiet dear
I'm blooming within
Fast as you can, baby wait watch me, I'll be out
Fast as I can, maybe late but at least about
Fast as you can leave me, let this thing
Run its route
Fast as you can 

martes, 9 de agosto de 2011

Al fin, el fin de los anagramas

Hasta hace unos minutos, desconocía mi melancólica tendencia a dibujar anagramas con mi nombre en todo. Ahora me doy cuenta que cada una de las veces que vi tu rostro abrirse paso entre las nubes, era tan sólo la forma de mis sueños. Ayer nomas cuando pusiste tus manos sobre las mías, inventé tus brazos y caí rendida en un balanceo de cuna que no fue sino el péndulo de mi propia soledad. 
Con los ojos cerrados es tanto más fácil mentir, y mentir es casi siempre más fácil que empaparse de vos. Pero hoy voy a verte, a verte de verdad, y a no proyectar tu piel ni tu gesto ni tu voz. A no pensar que tus terceras personas me pertenecen. De modo que cuando te lo pregunte y permanezcas callado, voy a oír nota a nota tu silencio, sin dibujarle anagramas. Y cuando calle yo, vas a bajar la mirada; prometo no retener el otoño de tus ojos ni un instante de más entre mis párpados, y a enceguecer ante la sombra que quedará en el espejo. Luego bajaré la frente yo, y me sujetarás por vergüenza más que por piedad, y yo aprehenderé tu desdén. Así finalmente cuando me despida, y ya no estés, entenderé las distancias infranqueables con que intentamos conocernos. 


Fix you

 
When you try your best but you dont succed
When you get what you want but not what you need 
When you feel so tired but you can't sleep 
Stuck in reverse 
And the tears come streaming down your face 
When you lose something you can't replace 
When you love someone but it goes to waste 
Could it be worse? 
Lights will guide you home 
And ignite your bones 
And I will try to fix you...
High up above or down below 
When you're too in love to let it go 
But if you'll never try, you'll never know 
Just what you're worth.

P.d. Gracias por acercarme esta canción

domingo, 7 de agosto de 2011

Domingo, indiferente y monocromático


Hay días donde quisiera poder pasar inadvertido, donde amanezco desmembrado entre las sábanas y cada fragmento se rehúsa con mayor ahínco a salir; días tan callados, que alcanzo a oír el murmullo de la lluvia primera que pasó en abril. Suelen ser días demasiado grises, demasiado húmedos, demasiado todo, y yo  jamás logro vestirme de incógnito, quizá porque temprano peco de perezoso, y renuncio a la tarea de reunir mis piezas de modo que siempre salgo con algo de menos, a veces sin un brazo, otras tantas sin manos, e incluso he llegado a salir ¡ciego y sordo! Y en vez de notar los tácitos mi fatigada mutilación, sólo perciben los rastros escarlata que dejo en derredor. Como cuando la gente forma un círculo en torno a una hoguera: en lugar de ver el fuego, todos quedan obnubilados por las brasas que casi siempre (pero finalmente nunca) nos salpican. 

viernes, 5 de agosto de 2011

Soy

Silba el viento dentro de mí. Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara. (La ventolera, E.G)

Soy los labios que mudos te reclaman a diario, y los tantos primeros besos que por ellos han rodado; soy las manos que escondo cuando necesito otros brazos, y el abrazo último que te di atrasado; soy las miles de cartas que sueño despierta y las palabras que escribo en cualquier servilleta; soy todos los bares donde me oculto y la librería recóndita donde otras letras me confiesan;  soy el polvo que tus huesos me dejaron y el viento donde ellos bailan acompasando mis pasos; soy la música que amanece a mi lado y a veces la musa que duerme en su prado; soy las hojas de los libros que conmigo se han desvelado y las tantas utopías que por ellos han brotado; soy las manos que muerdo cuando no alcanzo a morder tus manos, y la locura que luego evocan mis dedos enllagados; soy los imprecisos ojos que cargan mi indecisión y las infinitas dudas que jamás rezuman; soy los asuntos pendientes que dan luz a mis insomnios, y los sueños incumplidos que exorcizo en mis tinieblas... al fin de cuentas no soy más que la magia de aquella hoja de otoño perdida, con forma de estrella, que olvidó emigrar, y al  cabo de un rato de verla, desplegó alas, se vistió de plumas, voló hasta mi hombro y allí durmió, ante la mirada cómplice de mi soledad. 


lunes, 1 de agosto de 2011

Un Bestiario Más

Cuando somos brutalmente traumatizados, la línea de tiempo, desde entonces y hasta siempre, se divide en dos: un primer momento efímero (en comparación con lo que durará la subsistencia) y un segundo momento incesante que acaba por naturalizar el mismísimo horror, hasta rebautizarlo nimio. A los médicos les gusta llamar a la fase inicial, parálisis flácida, para ahorrarnos la representación mental de lo que en realidad ocurre. 
Es como si súbitamente perdiéramos ese pilar soberbio que nos mantiene erguidos, y el cuerpo se nos deshiciera en un babeo deplorable, donde la maravillosa dignidad que hasta un segundo nos hacía ser hombres, es esparcida por el suelo  llevándose consigo cada una de nuestras vertebras. Por suerte, pensaran los terceros, este periodo abarca cuanto mucho unas semanas. ¿Quién sabe como sostener la mirada a semejante circo de fenómenos, sin perder el juicio y arremeter feroz sobre estos despojos humanos que lastimosamente pulsan aún? Saber sabemos todos, pero nadie quiere, porque la vulnerabilidad de los otros es el espejo más fastidioso de todos. Porque a diferencia de la muerte, que nos atemoriza de un modo retrospectivo, por la nostalgia de lo que quedó atrás, la parálisis flácida nos atemoriza a futuro, y a futuro no existe nostalgia, sólo tristeza por lo que podríamos llegar a ser. 
El segundo momento es visualmente más honroso, corresponde a lo que la ciencia ha denominado parálisis espástica, y es aquel en el cual el cuerpo se entumece, como si lentamente los treinta y siete grados centígrados que nos abrigan, cayeran uno a uno hasta helarnos por completo. Los músculos se tornan piedra, y los reflejos no son más que recuerdos. Apenas los parpados movemos. Es el insight del pánico, cuando hacemos conciente la monstruosa verdad que nos ha atropellado; es la asunción del nunca jamás, sin peter pan que nos rescate. Y así pasan los días, que dejan de expresarse en horas para contarse en alícuotas de espasmos, gradualmente imperceptibles, pero que están.  
Sucede que músculos hay muchos, y cursilerías más o menos, del lado izquierdo del tórax también se detiene algo cuando somos salvajemente lisiados. 

Las parálisis post-traumáticas acaban por parecer un capítulo inédito de la cotidianeidad vuelta espanto que es la vida, un bestiario más.


viernes, 22 de julio de 2011

Quise darte el viento

"El arte es una mentira que nos permite decir la verdad"

La busco detrás de la piel que viste mis dedos… esperanzaLos miro y sé que está ahí, latiendo débil,  aguardando. Sueño que brota en el papel, que de a poco, muy de a poco, se va deletreando con la inercia sutil que acompaña siempre al después. La busco lejos tuyo, aunque con ello se me vaya la vida, porque no puedo ir de tu mano esta vez. Porque si no me alejo de tu sed de fe a la que llamaste con mi nombre, no voy a poder hallarla jamás. Los invisibles lazos con los que me amaste hoy me desgarran, aunque permanezca inmóvil, fiel al deber de honrarlos como quien ha hecho un juramento ante  Dios. Sucede que de la inmensidad de tu querer, se desprendieron (o me cediste sin saberlo) tus duelos más oscuros. Y hoy es demasiada la soledad, demasiada la noche, tan poco el aire. Quise liberarte cuando pude, quise darte el viento para que no doliera soltarnos, y no te escondí bajo crisantemos, ni dejé piedras frente a las cuales echar raíces, porque supe que así sólo lograría perecer, ahogada bajo tu tierra,  atada de brazos a un adiós prematuro. Quise darte el viento para que te acunes en paz, porque solo con la llegada de tu remanso, iba a poder respirar. Y aunque el mundo tenga todo menos certezas, tanto amor a algún lugar debe transmigrar. Así es que yo sólo puedo desear que estés allí descansando, amnésico de heridas, al otro lado de la miel que besa mi ventana y envuelve mi ensueño con tu olor, y espero que esta sea la última vez que el día me encuentre ceñida a tus hermosas cadenas.   



lunes, 18 de julio de 2011

Déjà vu

¿Quiénes son las personas con las que soñamos?
Esas que creemos no conocer y que sin embargo deambulan con absoluta confianza por los pasillos de nuestras quimeras. No son imágenes difusas ni rostros inacabados, no han de ser meros restos diurnos freudianos, puesto que nunca nada en la vida es tan simple como una teoría. Hombres, mujeres, ancianos y niños se suceden noche a noche en nuestros oleos somnolientos; los cruzamos de repente, los degustamos a veces, nos asesinan (pero nunca morimos del todo, guaridas del ego quizá), hacemos con ellos y ellos hacen con nosotros, nos besan, nos tocan, nos duelen y se van con los primeros destellos del alba, la mayoría para no volver. Juraría que todos los sujetos a los que he amado y odiado, habían venido ya a presentarse en mis sueños quién sabe cuánto tiempo antes. Esa impresión de familiaridad que ciertos desconocidos nos provocan, esa premonición, ese  déjà vu… ¡Cuantas veces he sentido que conocía de antaño a más de un tácito del cual ni el nombre bajo la luz recordaba!
Aunque intuyo que tras el velo de los párpados, las letras se tambaleaban buscando el camino de mis labios, pero siempre mueren en los ojos, los nombres de los extraños.



lunes, 27 de junio de 2011

Canciones bellas si las hay



Bastó con que bajara la guardia para que entraras en mí.
Ahora sólo me queda esperar que no te vayas...

sábado, 18 de junio de 2011

El día más feliz de mi muerte

No llores si me amas
San Agustín

Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo. 
Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos.
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos
los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso.
Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen.
Tú que me has visto, que me has amado en el país de las sombra
¿No te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Créeme: Cuando la muerte venga a romper tus ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando,
que te amé, y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
y te llevaré de la mano por senderos nuevos de vida...
Entonces enjuaga tu llanto y no llores si me amas!


Mi amado Portuga
donde estés, feliz día

sábado, 11 de junio de 2011

Si el mar se fuera

¿Qué sentirían los hombres, si de pie en la orilla, vieran un día al mar retirarse pero no volver? ¿Si lo vieran adentrarse sin saber adónde va, y cada vez fuera más difuso el recuerdo de las olas? ¿Sentirían miedo? ¿Nostalgia? ¿Serían capaces los pintores de seguir dibujándolo en sus lienzos después de siglos sin verlo? ¿Después de minutos, horas, días? ¿Acabarían por olvidarlo y por no sentir dolor ante la playa devenida en desierto? 
¿Erguirían algo en su lugar? Y si los hombres no fueran capaces de abandonar a la amnesia las imágenes, las texturas, la vida que por allí pasó, ¿habría quién quisiera forzarlos? Y si así fuera, ¿se doblegarían al cruel mandato? Intuyo que no. 
Así es el amor perdido, ingente como el mar. Todos saben cómo olvidarlo, todos saben como poner nuevos cimientos sobre el páramo,  pero nadie quiere, y nadie se atreve a compelerlos.

… la humedad que me nubla lleva tu nombre sagrado, tan universal como los océanos; hoy trazo en mis lienzos tu recuerdo y hago de este nuestro desierto, mi hogar. 

jueves, 9 de junio de 2011

El cielo y el infierno

A mi niño de Bluefields... 
Andaba distraída, más bien desprevenida, 
Mirando, más bien ojeando, los títulos en la biblioteca.
La destrucción o el amor de Vincent Alexandre me despertó el recuerdo de este cuento de Galeano. Quizá porque antes del lapsus, andaba pensando, más bien proyectándote a vos.


Llegué a Bluefields, en la costa de Nicaragua, al día siguiente de un ataque de la contra. Había muchos muertos y heridos. 
Yo estaba en el hospital cuando uno de los sobrevivientes del tiroteo, un muchacho, despertó de la anestesia: despertó sin brazos, miró al médico y le pidió: -Máteme.
Me quedé con un nudo en el estomago.
Esa noche, noche atroz, el aire hervía de calor. Yo me eché en una terraza, solo, cara al cielo. No lejos de allí, sonaba fuerte la música. A pesar de la guerra, a pesar de todo, el pueblo de Bluefields estaba celebrando la fiesta tradicional del Palo de Mayo. 

El gentío bailaba, jubiloso, en torno del árbol ceremonial. Pero yo, tendido en la terraza, no quería escuchar la música ni quería escuchar nada, y estaba tratando de no sentir, de no recordar, de no pensar: en nada, en nada de nada. Y en eso estaba, espantando sonidos y tristezas y mosquitos, con los ojos clavados en la alta noche, cuando un niño de Bluefields, que yo no conocía, se echó a mi lado y se puso a mirar al cielo, como yo, en silencio.
Entonces cayó una estrella fugaz. Yo podía haber pedido un deseo; pero ni se me ocurrió.
Y el niño me explicó:
-¿Sabes por qué se caen las estrellas? Es culpa de Dios. Es Dios, que las pega mal. 

Él pega las estrellas con agua de arroz.
Amanecí bailando.







domingo, 5 de junio de 2011

Cuentos que me contó Elvira

Cuando murió la mujer del Cacique, él se negó a seguir con los protocolados rituales de entierros y duelos que existían en aquella su tribu; y lo que es peor, guardó el cuerpo en su choza. Corrían los días, y el cacique actuaba impávido. 
Pero guardar muertos en la casa siempre acaba por contaminar. 
Una noche cualquiera, el cacique tomó el cuerpo de su difunta en brazos y ante las pupilas turbadas de los pocos indios presentes, subió al monte más alto de la comarca. 
La luz parecía más trémula que su sentencia.  Sacó un puñal y sin más tregua que la distancia que faltaba al pecho deshabitado, le arrancó el corazón al cuerpo de la mujer. 
La sangre renegrida entre los pulpejos, goteaba sobre los pies callosos, la mirada escaldada y vacía, no veía más allá del despojo; bajo este gobierno demencial del sin razón, el único saludable hasta aquel minuto, arrojó víscera y amor, y cayendo de boca al suelo, gritó. 
Gritó hasta que las entrañas todas, las suyas y las de ella (sí, las de ella), hirvieron de dolor. Así, y sólo así, enlodado con su extremaunción de tierra y sal, bajó del monte y pudo vivir.

lunes, 23 de mayo de 2011

El ocaso de los Héroes

Tras la muerte de Emil Sinclair, Demian esperó cientos de días pero no volvió a hallar ecos de su amado prodigio en las calles; abatido, se abocó a observar las frentes de los niños que nacían, buscando el próximo mesiánico estigma de Caín. 
Lo que Demian no quiso asumir es que nos hemos quedado sin héroes...

Ya nadie vive para batallar contra los dragones ni rescatar princesas. 
Ahora Perseo llega al escondite de Medusa pero al ver que otro hombre se le ha anticipado, arroja su escudo al barro y rehuye aliviado; Teseo se embarca hacia la isla de Creta en busca del Minotauro, pero en altamar afloran los terrores nocturnos más primarios, el coraje se escabulle entre las sudorosas sábanas, y cuando los demás sacrificios duermen, se arroja por la proa; Hércules reduce al león de Nemea pero no recoge ni sus pieles ni su cráneo ni regresa victorioso a Argos, no quiere vencer a Hybris ni a Euristeo, tan sólo quiere cumplir las doce pruebas para poder luego exiliarse de sus dones de fuerza y vigorosidad de una vez y para siempre; previa crucificción, Jesucristo se retira a orar y meditar al huerto de Getsemaní pero cuando se ha alejado lo suficiente de las pupilas suplicantes de sus apóstoles y discípulos, se apuñala sin más... tampoco David, Spartacus, Aquiles o Arturo pudieron dar aliento a los nuevos hombres que al mundo llegaban. 

Dicen que los días lunes hay un partero de guardia atendiendo en la ciudad.
Cuentan las malas lenguas que fue el primer masculino en el oficio de auspiciar natalicios, 
que más que un doctor parece un vendedor de pipas de lo más extravagante y ridículo, 
que a cada niño que alza, lo alumbra con linternas varias, especialmente en el rostro, 
buscando sepa dios qué signo, señal o augurio en las pieles aún mojadas.
Dicen que más de una vez lo han querido ajusticiar los miembros del Clero y Templos diversos, que ha entrado y salido de los nosocomios mentales en tantas oportunidades que los enfermeros ya le han dado copia de las llaves del lugar. 
Cuentan que a cada frente limpia de neonato, él responde con gritos y escupitajos, pero no infrecuentemente con llanto de animal desahuciado.  

Hoy no estuvo de guardia. 
No hay más héroes que esperar.

jueves, 19 de mayo de 2011

De andenes y sueños

Si el sueño fuera como dicen, una tregua,
¿por qué, si te despiertan bruscamente, 
sientes que te han robado una fortuna?        
(Jorge Luis Borges)

A mi derecha, el tren pasaba con su peculiar voracidad visual y sonora, esa que a todos parece atemorizarnos sin comprender bien el porqué. Intuyo que en esos segundos, brota en el inconsciente colectivo la ideación suicida más temida, temida precisamente por su innegable pero a la vez inconfesable poder de seducción. Toma cuerpo de un modo intangible la imagen franca de estar  sobre los rieles, bajo las ruedas. Y no por descuido digo bajo las ruedas, pues en la fantasía común, permanecemos indemnes y el tren no nos despedaza, más nos recorre de manera inocua. No hay arquetipos para sostener la ilusión del propio fin, así es que el ego prima por sobre la razón cuando de guarecernos se trata. Sin embargo, el sueño es una tregua, como bien dice el Maestro, tregua que descansa no sobre el deceso sino sobre la brecha abierta al tiempo, donde podemos salvaguardarnos del mundo un instante nomás hasta recobrar el aliento y porqué no, la pulsión. El tren no acababa de marcharse, cuando la voz de todos los hombres presentes en el andén, se alzó para decir alto. Primero fue casi un balbuceo, indistinguible del rugir que musicalizaba el momento, pero al cabo de unos segundos, el grito fue claro y limpio. La certeza de que para detener la tarde no hacía falta perecer provino de quién sabe dónde, pero enhorabuena llegó. El  tren se detuvo sin hacer ruido alguno, y con él todo lo demás, salvo los hombres, que se disgregaron uno a uno por el lugar, hasta hallar el sitio donde más cómodos estuviesen. Pausadamente se recostaron, algunos usaron sus mochilas de almohada, otros -con menos suerte- de traje y maletín agarrotado, colocaron sus abrigos haciendo las veces de cojines, pero finalmente todos se echaron a dormir el sueño de sus días, en nombre de los trajines y sinsentidos diarios que cargaban a cuestas, exhaustos. Quise permanecer despierta para degustar el suceso, como quien sabe que pasarán siglos hasta que la humanidad comprenda nuevamente su infinita potencialidad y el evento se repita, pero yo también andaba cansada de girar sobre el mismo trompo y caí velozmente adormecida.