Si el sueño fuera como dicen, una tregua,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?
(Jorge Luis Borges)
A mi derecha, el tren pasaba con su peculiar voracidad visual y sonora, esa que a todos parece atemorizarnos sin comprender bien el porqué. Intuyo que en esos segundos, brota en el inconsciente colectivo la ideación suicida más temida, temida precisamente por su innegable pero a la vez inconfesable poder de seducción. Toma cuerpo de un modo intangible la imagen franca de estar sobre los rieles, bajo las ruedas. Y no por descuido digo bajo las ruedas, pues en la fantasía común, permanecemos indemnes y el tren no nos despedaza, más nos recorre de manera inocua. No hay arquetipos para sostener la ilusión del propio fin, así es que el ego prima por sobre la razón cuando de guarecernos se trata. Sin embargo, el sueño es una tregua, como bien dice el Maestro, tregua que descansa no sobre el deceso sino sobre la brecha abierta al tiempo, donde podemos salvaguardarnos del mundo un instante nomás hasta recobrar el aliento y porqué no, la pulsión. El tren no acababa de marcharse, cuando la voz de todos los hombres presentes en el andén, se alzó para decir alto. Primero fue casi un balbuceo, indistinguible del rugir que musicalizaba el momento, pero al cabo de unos segundos, el grito fue claro y limpio. La certeza de que para detener la tarde no hacía falta perecer provino de quién sabe dónde, pero enhorabuena llegó. El tren se detuvo sin hacer ruido alguno, y con él todo lo demás, salvo los hombres, que se disgregaron uno a uno por el lugar, hasta hallar el sitio donde más cómodos estuviesen. Pausadamente se recostaron, algunos usaron sus mochilas de almohada, otros -con menos suerte- de traje y maletín agarrotado, colocaron sus abrigos haciendo las veces de cojines, pero finalmente todos se echaron a dormir el sueño de sus días, en nombre de los trajines y sinsentidos diarios que cargaban a cuestas, exhaustos. Quise permanecer despierta para degustar el suceso, como quien sabe que pasarán siglos hasta que la humanidad comprenda nuevamente su infinita potencialidad y el evento se repita, pero yo también andaba cansada de girar sobre el mismo trompo y caí velozmente adormecida.