lunes, 18 de julio de 2011

Déjà vu

¿Quiénes son las personas con las que soñamos?
Esas que creemos no conocer y que sin embargo deambulan con absoluta confianza por los pasillos de nuestras quimeras. No son imágenes difusas ni rostros inacabados, no han de ser meros restos diurnos freudianos, puesto que nunca nada en la vida es tan simple como una teoría. Hombres, mujeres, ancianos y niños se suceden noche a noche en nuestros oleos somnolientos; los cruzamos de repente, los degustamos a veces, nos asesinan (pero nunca morimos del todo, guaridas del ego quizá), hacemos con ellos y ellos hacen con nosotros, nos besan, nos tocan, nos duelen y se van con los primeros destellos del alba, la mayoría para no volver. Juraría que todos los sujetos a los que he amado y odiado, habían venido ya a presentarse en mis sueños quién sabe cuánto tiempo antes. Esa impresión de familiaridad que ciertos desconocidos nos provocan, esa premonición, ese  déjà vu… ¡Cuantas veces he sentido que conocía de antaño a más de un tácito del cual ni el nombre bajo la luz recordaba!
Aunque intuyo que tras el velo de los párpados, las letras se tambaleaban buscando el camino de mis labios, pero siempre mueren en los ojos, los nombres de los extraños.