Pero estabas vos para patriarcarme. Porque él(M) también, por
supuesto, se fue. Recién leyendo las cosas que escribí en mi vida catártica de
autora frustrada, encontré una carta que le hice a papá en el 2002. Hace 17
años. A mis 14. El viernes 12 de Abril de 2002, papá me trajo rosas porque nos
habíamos dado cuenta los dos, que se iba a morir. Y habíamos hecho la paz. El miércoles
12 de Abril de 2017 me desperté con parestesias en la mano izquierda. Vos eras
zurdo, papá. Al mes, ya me estaban diagnosticando dos hernias cervicales C5-C6,
C6-C7 con extrusión medular. No podría describirte el dolor de las
fulguraciones neuropáticas aquellas. Lloraba a los gritos pateando la puerta
del baño. Con Sebastián ocupándose de Juanito fuera. Porque, claro, como no
podía ser de otra manera, yo no podía ser MADRE. No podía ser madre desde el
día que vos y yo nos habíamos dado cuenta que te ibas a morir. Porque al irte
vos, yo me quedaba sin madre. Ahora que reparo en las fechas pienso… cuanta
mugre dormía en tu sombra. Ahora me toca empezar de cero, de nuevo todo. Los lazos que me ataban a aquella dinámica monstruosa de ser feliz en el dolor, tenían que
romperse, al fin. Por eso no puedo odiarte. Porque te estoy tan agradecida. Me sacaste
el grillete. Me empujaste y me dijiste “dale nena, anda, vos podes más que esto”
… No puedo amarte más. En todos los sentidos de esa expresión. No voy a amarte
más (no ejerceré la acción de amarte) ni voy a poder amarte más (de lo que ya
te amé y amo en este momento). Pero ahora me toca amar el amor. Ya fui
adoratriz ejemplar del dolor. Ahora me toca hacer de la terraza una réplica del
patio aquel que sabes que tanto me gusta. Ahora me toca ir a Puán a estudiar
Letras. Ahora me toca dormir.