domingo, 10 de abril de 2011

El entenado, de Saer

Intuyo que el otro lado del adiós debe parecerse a esto...

Al llegar, nos dispersamos como animales en estampida. Algunos se pusieron a correr sin finalidad, en línea recta y en todas direcciones; otros en círculo, en un espacio limitado; otros saltaban en el mismo lugar. Un grupo encendió una inmensa fogata, y se quedó contemplando el fuego. Dos viejos, al pie de un árbol, se burlaban de un pájaro grande que no se decidía a partir y que chillaba, saltando de rama en rama. Algunos trepaban a los árboles, otros escarbaban el terreno. Uno, parado en la orilla, orinaba en el agua.
Algunos, incomprensiblemente, habían preferido quedarse en el barco, y nos contemplaban desde lejos, apoyados en la borda...