Para Laura
Cayó con la parsimonia con que caen las cosas más livianas.
Cayó con la parsimonia con que caen las cosas más livianas.
De mí se apiadó el destino. Ella tuvo que verlo.
Traté de explicarle, durante los días que siguieron, que el sol no estaba a su nombre.
No es que no me comprendiera, no fue abstracción siquiera, no es que no quisiera oírme... Es que la había ensordecido el pánico. Grité entonces que no era ceguera lo que padecía, más que dejase de mirar su sombra. No logré atraer su mirada ni aún de pie frente a ella. No me quedó sino implorarle que no se aferrase al morbo del frío que deja un cuerpo sin aire, pero no hubo respuesta. Ella balbuceó sonidos. De sus murmullos nacieron (para sólo suicidarse luego) palabras que hilvanaron con una fragilidad tan espantosa que no sería ya nunca la muchacha que había sido. Busqué en sus manos la vida, pero estaba latiendo apenas. Y su naufragio de a poco se fue volviendo mío. Ni las hojas de los mitos que supieron alguna vez ser bálsamo, sirvieron para secarnos el alma. Va a ser un año.
Un año del día en que el mar se detuvo.
Ahora es sólo agua estancada.