sábado, 5 de marzo de 2011

No hay merienda sino hay Capitán

La confesión final
Mi planta de naranja lima

Los años pasaron, mi querido Manuel Valadares. Hoy tengo cuarenta y ocho años y a veces, en mi nostalgia, siento la impresión de que continúo siendo una criatura. Que en cualquier momento vas a aparecer trayéndome figuritas de artistas de cine o más bolitas. Tú fuiste quien me enseñó la ternura de la vida, mi Portuga querido. Hoy soy yo el que tengo que distribuir las bolitas y las figuritas, porque la vida sin ternura no vale gran cosa. A veces soy feliz en mi ternura, a veces me engaño, lo que es más común.
En aquel tiempo... en el tiempo de nuestro tiempo, yo no sabía que muchos años antes un Príncipe Idiota arrodillado frente a un altar, preguntaba a los íconos con los ojos llenos de lágrimas: ¿Por qué les cuentan cosas a las criaturitas? Y la verdad es, mi querido Portuga, que a mí me contaron las cosas demasiado pronto. Adiós.