Otra vez la cuenta regresiva. Y encima este contador me va a recordar cada mañana que podría ser tu cumpleaños, pero no. Y yo quiero que siga siendo 2010, y descontar el tiempo de nuestros sesenta y dos días, y que colapse el sistema al llegar al final como siempre prometen, y empezar de cero. Al final cumpliste, te fuiste descalzo, casi sin hacer ruido, mientras dormía, y así me salvaste de aquellas cinco letras malditas. Justo vos, que nunca creíste en ese viejo milenario. Y yo quedé descalza también, sobre los vidrios, amanecida por última vez, de pie ante la puerta, viendo la cada vez más delgada sombra de tu espalda. Y qué díficil es abrazar las sombras! Y ahora, tan dejada de tu mano, entre estas volutas que desconcertadas se pierden sin encontrar tu eco, tan tóxico pero tan nuestro. Y ahora, tan dejada de tu mano, pero con tu pluma y mis hojas en blanco, corriendo la tinta sin ningún esfuerzo, imitando tu número cinco, haciendo los cuadraditos que hacías en las esquinas de cualquier papel, salvándonos del olvido. Y ahora este contador que todos celebran, me grita en voz baja tu nombre, como para que no lo oigan los demás sordos y sólo lo escuche yo, y este muchacho que no deja de molestarme y me pregunta una y otra vez porqué el tango.