miércoles, 8 de diciembre de 2010

Escépticos, abstenerse.

 
Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista inglés, vio cómo los bebés morían en los hospitales de guerra, a pesar del abrigo y alimento. Les faltaba algo.  
Era ese Otro que viene a tocarnos, a nombrarnos, a recortar con palabras de miel cada centímetro de nuestro cuerpo y a darle un sentido, a arrullarnos en su vaivén de mecedora hecha de brazos ansiosos por nuestra piel.

Los neonatólogos desconocen el fundamento (entre las cunas, la mera gravedad hace caer las explicaciones, y los besos a escondidas se apoderan del momento) pero cuando nacen hermanos, y uno de ellos muy enfermo deja a la ciencia desnuda, sin más tubitos y líqudos de colores que lo salven, hay que ponerlos juntos en la incubadora…
Es el fenómeno de la cuna compartida. 


Del amor se nace, por amor se vive, y sin amor se muere.
Tu amor me salva todos los días, a cada instante papá.